Mirábamos la tele, sentados en el sofá, la ventana abierta por el inusual calor de Mayo.

De pronto, la estrella del casco de María de Villota se cruzó en la edición de la tarde del programa Corazón.

La vi. Pero no pensé nada. Sólo sentí que tenía que escribirle a María de Villota y pedirle a aquella mujer que también creía en las estrellas que me contara una historia.

Ella sabría comprender, de eso no tenía ninguna duda.

El e-mail de su representante lo conseguí a a través de otra persona. (Gracias Gonzalo, por aquello).

Días más tarde, un número desconocido se presentó en mi móvil:

-“María está escribiendo un libro. Y va a volver a competir. Y ahora mismo nuestra agenda está a tope. Pero ha visto tu proyecto y le ha parecido muy bonito. Me ha pedido que nos mantengas al tanto”, dijo la voz, cercana y cariñosa, de la representante de María de Villota.

Nos despedimos, pero prometimos contarnos.

María, tengo un buen contacto en el cielo, creo que voy a intentarlo.

Mientras, seguiré la estela que dejaste en la tierra.