El cuentito de la Señorita Pasión

El cuentito de la Señorita Pasión


 

La señorita Pasión no tiene perfil en Facebook. No le gusta Twitter, y ha decidido que pasa de hacer negocios en Linkedin.

Lo suyo es el vis-a-vis, el face-to-face y el ready-to-go.

Así, en inglés, para que sea de entendimiento universal.

La señorita Pasión es muy suya. Uy, sí, pero mucho-mucho. Y no le gustan nada los rodeos: “Que si ahora esto, que si luego lo otro, que si a lo mejor sí, pero a lo mejor no…”

No. La suya es una personalidad Michelín, que la señorita Pasión ya sabe que “la potencia sin control no sirve de nada”. 

Algunos días, la señorita Pasión piensa que los humanos somos seres extraños: venga a perder el tiempo trazando castillos en el aire, cuando podemos bajar a la playa, coger una pala y hacernos uno a medida.

Esos días, al caer la noche, la señorita Pasión llama a su hermano Compasión y los dos se sientan en la terraza a observarnos.

Ella le pregunta a Compasión porqué los seres humanos la vemos pero no la reconocemos, la queremos pero no la cuidamos, y hablamos de ella como si fuera un planeta lejano.

Y él, él mira a las estrellas. Y busca respuestas en la noche.

Hace dos días que la señorita Pasión ha decidido pirarse.

Ella, que no entiende de días grises, se ha ido de vacaciones a Somewhere, ése lugar donde todo es posible para los que creen en la magia.

Y tienen una pala.

Antes de marcharse, la señorita Pasión ha dejado una carta, una carta atrevida, que sólo los más listos sabrán leer entre líneas.

Escondida en el geranio de la entrada de su casa, dice así:

“Señores, dejen de buscarme como si viviera bajo el agua: soy su vecina, no una sirena de mar.

Señores, dejen de vivir siempre entre dos aguas: Por favor, naden, o guarden la ropa, hagan algo, o no hagan nada, pero dejen de marearme, que me tienen en bajamar.

Busquen un océano, un río o un charco, lo que prefieran. Aprendan a nadar a contracorriente. Hagan suyo el mar. ¿Para qué les sirven todas esas teorías sobre el arte de la navegación, si luego tienen miedo a bucear? 

Señores. Hagan algo. Y háganlo por ustedes. O háganlo por mí. 

Es más fácil de lo que parece. Sólo tienen que invertir todos esos minutos que dedican a la duda en construir algo: algo pequeño o grande, como prefieran. Algo coherente, algo bonito, algo que tenga principio y fin, algo que sea más grande que su ombligo. O más pequeño, lo que ustedes prefieran.

Cuenten los minutos que dedican a sus dudas y bajen al bar. Bajen al bendito bar y díganle a Leandro que van a fregar un vaso por cada minuto de queja, cada minuto de inercia, cada minuto perdido, ahogado en un mar de color gris. 

Háganlo por Ustedes. Por su vida, la de ahora. Por su trabajo, el de hoy. Por su amor, el de esta noche. Por su pan, el de mañana.

Y por favor, dejen de preocuparse por mí.

Aunque no me vean, sigo aquí.

Siempre suya, 

Pasión”. 

 

“La pasión no es mala. Para nada. Pero en general, la gente que encuentra su pasión no pasa horas interminables dedicada a procesos de introspección, sino haciendo algo”. Daniel H. Pink. 

Fotografía: Elena Moratalla.

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