La vida en fósforo de Miryam Encabo

La vida en fósforo de Miryam Encabo


 

Hubo un tiempo en que la chica zen sólo quería salir adelante.

No le importaba cómo ni cuándo, ella sólo miraba adelante y sentía que ya estaba un escalón más cerca de su meta.

Yo la conocí en ese tiempo, cuando la chica zen se hacía 45 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta a última hora del día, -varios días a la semana- para venir a clase.

Entonces, la chica zen entraba en el aula, se colocaba junto a Celina, la rebelde brasileña del lugar, y yo sentía que su mirada dulce viajaba a la velocidad de los conceptos: lejos, muy lejos.

Algunos días, en el descanso, se acercaba a preguntar.

El apodo de “chica zen” prendió como el fuego de una cerilla, con el cariño que nace de aprender compartiendo.

El tiempo pasó a la velocidad de un cigarrillo, aquel máster acabó, y las horas en el ático de aquel bonito edificio trajeron la semilla de dos amistades únicas.

Luego, cada uno de nosotros siguió por ahí, caminito de su estrella.

Y, ¿qué pasó con la chica zen?

Pues pasó que Miryam decidió no seguir buscando trabajo: se creó uno a medida.

En la actualidad, Miryam trabaja como coach de comunicación. Tiene un método propio llamado ENCA, con el que ayuda a las personas a mejorar su forma de comunicarse en el mundo:

“Nuestra manera de expresarnos y relacionarnos con los demás determina, en buena medida, gran parte del éxito de nuestros proyectos personales y profesionales”, dice la chica zen.

Es bonito ver brillar a la gente.

Pero es más bonito ver la vida en fósforo de una persona, descubrir su potencial y ver cómo poco a poco se convierte en la persona que estaba llamada a ser.

Antes de ser fuego, todos somos chispa.

Cuando la chica zen era chispa, se notaba que lo estaba pasando regular, pero no perdía esa alegría y esa determinación suyas:

-“¿Qué es lo que más recuerdas de aquella época?”, le pregunto.

-“Las ganas que tenía de encontrar mi camino; era como una fuerza inmensa, que me impulsaba a hablar con personas para que me orientaran, a buscar cursos, talleres, charlas… En fin, todo aquello que aportara un poquito más de luz en mi incesante búsqueda. Si hay algo que no olvidaré jamás es que nunca dejé de buscar”.

Miryam mira hacia atrás, y en su caja de fósforos todo encaja: “Ahora que hago memoria, me doy cuenta de que no desfallecí, que siempre seguí por mi camino, incluso cuando no tenía dinero y sobreviví gracias al trueque. Yo sólo sé que tenía tan claro lo que quería, y que era muy fácil trabajar en esa dirección”. 

La chica zen cree en las estrellas, también en la suya: “¡Claro que sí! Todos tenemos una estrella en nuestro interior, sólo hay que encontrar la forma de hacerla brillar. Y ser constante. Creo que la constancia es una de las claves del éxito”. 

Por su camino de baldosas amarillas, la chica zen ha aprendido que de la mano de los otros se llega más lejos. Que pedir ayuda es bonito, y aprender a decir NO -“así, con mayúsculas”, es muy necesario:

-”Si escuchas activamente, si aprendes a mirar con el alma, descubres la bondad del ser humano. Descubres que en la vida es mejor coopetir que competir y jugar que juzgar. Ahora sé que creas lo que crees y que todo este aprendizaje ha traído mucha felicidad a mi vida”.

Si alguna vez vas por Altea, no dejes de visitar uno de sus talleres. 

Mientras, puedes hacer que tus días sean más soleados aquí. 

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