La primera vez que vi a Erik y a Emile en aquel café no supe quién era el maestro y quién el discípulo.
Pero eso no fue lo grave.
Lo grave fue que Erik llevaba ese día una camiseta estrellada de Berkeley y yo no me atreví a hablar con él. Por suerte, el destino quiso concederme una segunda oportunidad.
Fue el día que su amigo Emile tenía que ir un momento al fondo, a la derecha:
- ¿Le importa echarle un ojo a mis cosas?
Aquel día, Erik el maestro, llevaba también su camiseta estrellada de Berkeley. Y entonces sí me atreví a conocerle un poco más de cerca.
Erik Larsen lleva años ilustrando. Su amor por el cómic comenzó siendo niño, y le ha llevado a trabajar para Marvel, hasta el infinito y más allá, hasta ese lugar donde uno sueña con llevar a sus hijos al cole por las mañanas y hacer algo más que sólo trabajar.
De su nueva vida como ilustrador independiente, el momento favorito de Erik Larsen tiene lugar cuando acompaña a sus hijos cada mañana. Lo de poner la lavadora no es ningún drama, pero estar conectado a Internet y atender al teléfono en casa le genera tal interrupción, que un buen día Larsen decidió convertir este café en un lugar del mundo donde esconderse y trabajar:
-Dibujo tres o cuatro horas seguidas, todas las mañanas. Luego voy y recojo a mis hijos.