Donde el laberinto te lleve

Donde el laberinto te lleve


Era un laberinto de iris, un precioso laberinto de iris ubicado el jardín de Christine Lomer, una británica afincada en España que ama los bulbos por encima de todas las cosas.

¿Sabías que hay dos tipos de laberintos? Los buenos y los malos. Los segundos no tienen salida, son desordenados y te hacen sentir atrapado. Los primeros son lineales, forman una espiral y se utilizan para ejercitar la intuición.

Aquella tarde de Julio hacía calor.

Mucho calor.

Un grupo de mujeres bebían Agua de Valencia sentadas junto a la espiral floral.

Cuando decidieron recorrer el laberinto, la risa se apoderó de ellas.

Nada, cosas del Agua de Valencia. 

Desde la Antigüedad, los laberintos en forma de espiral han sido utilizados como mantra creativo, círculo arquetípico del todo y la unidad donde cada paso es importante, cachitos de vida que sólo se comprenden mirando hacia atrás.

-¿Por qué le gustan tanto las flores? Le pregunté a Christine Lomer. 

Christine Lomer ama las flores porque a veces se entiende mejor con ellas que con las personas. Porque cuidarlas le ayuda a mantener a raya su diabetes. Porque ama la belleza. Porque le gusta coleccionar bulbos del mundo entero. Porque cuidar a las plantas le relaja, le ayuda a pensar, le ayuda a sentir:

“Vivimos en un mundo tan centrado en el cerebro izquierdo… y hay todo un mundo más que debemos integrar para hacer frente a los retos del nuevo siglo. Cuando la gente se adentra en un laberinto, sus consciencias pasan de lo lineal a lo no lineal, y traen a la superficie nuestro patrón más profundo e intuitivo”. Daniel H.Pink

Dar vueltas no siempre es mala señal.

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